¿Idealizar a los artistas nos hace olvidar que son humanos?

Foto por: blogspot.com

Muchas veces los llamamos iconos, leyendas, dioses; sin embargo, son personas al igual que nosotros. Los diferenciamos porque escriben líricas y parecen invencibles bajo las luces del escenario. La fama es una religión extraña y nosotros somos sus creyentes más fieles. 

Vivimos en una era donde los artistas no solo crean, sino que viven expuestos. Cada movimiento, palabra, error y/o lagrima se convierte en contenido. Ya no solo basta con tener talento, sino que hay que mantener una imagen perfecta bajo la mirada de todos los fanáticos que nunca termina y nunca para. 

Pero lamentablemente, toda esta admiración nos lleva a verlos de una forma distorsionada. Me explico, de tanto verlos dejamos de verlos realmente. Convertimos a los artistas en símbolos, en espejos de lo que deseamos ser o sentir. Queremos que sean vulnerables, pero solo si nos complace a nosotros la forma en la que lo hacen o expresan. Queremos que sean auténticos, pero que no nos muestren como son en realidad. 

La fama no solo ilumina, sino que también refleja. Nos muestra lo que la sociedad celebra, pero también lo que exige, como: la perfección, productividad, resiliencia constante. Pedimos que los artistas se abran emocionalmente, pero si lo hacen “mal” o “equivocadamente”, deberían ser castigados.

Cada que un artista se muestra cansado o quebrado, lo analizamos como si fuera parte de una “actuación” o un programa de la tele.

Y si alguno se apaga “demasiado pronto”, como Amy Winehouse, Kurt Cobain o Whitney Houston, decimos que “murió por su arte”, como si el sufrimiento fuera un requisito para ser recordado. Pero la realidad es que los amamos sin tan solo escucharlos. Queríamos su voz, no su silencio. 

Las redes sociales hicieron creer que la distancia entre artista y público desapareció. Pensamos que lo vemos todo, incluyendo su vida, sus rutinas, sus pensamientos… llevándolos a tener este sentimiento de que los conocemos completamente. Pero eso no es cierto. 

La cercanía digital hace esa ilusión de lo que se le conoce como relaciones parasociales. Nos sentimos emocionalmente conectados con personas que ni siquiera saben que existimos, y eso puede volver nuestra empatía selectiva. 

Por ejemplo, cuando un artista decide cambiar su estilo, comenzamos a comentar que “ya no es el mismo”. Cuando se toman un descanso, los acusamos de “haber perdido su toque". Esperamos que sean eternos, sin entender que incluso las estrellas necesitan oscurecerse para no consumirse. 

Recordemos que la fama no solo ilumina, sino que también quema.”

El público de hoy en día tiene un poder real. Una sola canción puede resucitar o morir en cuestión de horas y/o hasta minutos según lo que dicten las redes. Y en medio de esas dinámicas, olvidamos que detrás de cada lírica hay una persona, no una marca. 

Los artistas sienten las mismas emociones que nosotros, sufren al igual que nosotros de ansiedad, soledad y presión, a veces mucho más que nosotros. La diferencia es que su dolor se convierte en un espectáculo que muchas veces se convierte en una tendencia. 

Muchas veces admiramos a quienes proyectan fuerza, por eso olvidamos que esa fuerza solo es una manera de sobrevivir. Quizás los idealizamos porque representan lo que queremos ser: valientes, libres, escuchados… o tan solo comparamos nuestras vidas con la de ellos. Sin embargo, debemos recordar que son tan humanos como nosotros y el mito desaparece y aparece algo más real como la empatía. 

Detrás de todo micrófono hay alguien con muchas emociones, incluyendo el miedo. Alguien que alguna vez dudo de su talento, de su cuerpo, de su voz… o que tan solo busca aceptación, amor y/o paz. 

Una de las muchas lecciones que nos enseña la música, es que incluso las estrellas necesitan oscuridad para brillar. Tal vez el verdadero acto de amor hacia los artistas no sea idolatrarlos, sino aceptarlos sin exigirles perfección. 

La música no nos pide que adoremos al artista, nos invita a reconocer lo humano en su voz…

La próxima vez que tu cantante favorito hable de su cansancio o su ansiedad, no lo mires desde el pedestal, sino escuchalo desde el corazón. Cuando los shows terminan, todos, incluyendo: artistas y oyentes, seguimos buscando lo mismo: un poco de comprensión y un lugar donde nuestra voz también sea escuchada. 


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